El Cristo de los Charcales

22 agosto 2007

Saludos lectores.

Existe una leyenda jaenera que debió ocurrir allá por el siglo XVIII en que en la calle del Arco de la Puerta de Granada, vivían solos y pobremente, un anciano matrimonio formado por Vicente e Inés. Su manutención dependía del poco dinero que Vicente ganaba pintando adornos en muebles y esculpiendo figuras de cerámica. Un día, un rico señor de la ciudad le hizo un encargo y tanto le gustó el trabajo del bueno del anciano que lo recompensó generosamente.

Pero siempre ha existido gente malvada y un sujeto de malas entrañas, enterado de que el anciano matrimonio tenía cierta cantidad de dinero, aprovechó una oportunidad y, en ausencia de Vicente, dio muerte con un palo a la desprotegida Inés y le robó el dinero. Enterados de tan macabro suceso, todos los agricultores y ganaderos de los pagos de la Fuente de la Peña, que es decir, todo Jaén, pues esta ciudad era eminentemente ganadera y agrícola, se solidarizaron con el anciano y le ayudaron con una colecta con la que compró un pequeño huerto junto a la Fuente de la Peña.

Pasó el tiempo y, una tarde de mayo, esas nubes que corren por lo alto de Jablacuz, descargaron una fuerte tormenta. Tras el fenómeno atmosférico, Vicente recorrió su campo para comprobar los daños que había ocasionado la lluvia torrencial. Fue entonces cuando, en un gran charco, cubierto de barro, encontró un crucifijo, que apretó sobre el pecho, llevándolo a su casa. Al día siguiente los vecinos se congregaron ante la Cruz para adorarla.

Cuenta la leyenda que estando en tan piadosa actitud, Vicente pudo ver, desde la ventana, que, por los efectos fulminantes de una chispa eléctrica, había ardido por completo una cercana choza. Todos se acercaron y quedaron verdaderamente asombrados al ver que sobre la derruida choza yacía carbonizado el cuerpo de un hombre que estrechaba sobre sus manos una talega, con las iniciales de Vicente, en cuyo interior estaba intacto el dinero que le habían robado a la pobre Inés.

Se comprobó que aquel hombre carbonizado era el malvado que había robado al infeliz matrimonio. Vicente recuperó la bolsa y con el dinero decidió que se levantara una ermita. Sobre la cruz encontrada pintó una imagen de Jesús Crucificado y a sus pies una Virgen Dolorosa. Y las gentes llanas y sencilla siguieron adorando al Cristo de los Charcales.

Para todos aquellos jiennenses que no reconozcan el nombre de este Cristo les diré que es el Cristo del arroz.

Un saludo.

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