23 agosto 2007
Saludos lectores.
Una de las leyendas mas conocidas de Jaén es la del lagarto de la "Malena" que, a continuación, paso a relatar.
Dicen los libros que hace cientos de años, quizá cuando nuestro viejo barrio de la Magadalena era el centro de la ciudad nazarita cantada en fogosos versos por el poeta Ben Farach, donde vivían emires y califas bajo el amparo de los recios muros del sólido castillo; o acaso más tarde, cuando Jaén se convirtió en Reino cristiano por obra y gracia de las armas de San Fernando, o quién sabe si mucho antes todavía. Pero es lo cierto -la fecha no hace al caso- que hace muchos años, llegó a Jaén, nacido de las propias entrañas de la tierra, o más bien llegado de los mismos confines del infierno, un monstruo gigantesco y horrible, un dragón de garras y dientes afilados que el pavor de quienes lo vieron hizo confundir con un descomunal lagarto. Este lagarto de Jaén como dio en llamársele, fijó su guarida en el mismo manantial de la Magdalena para saciar en sus aguas cristalinas la sed abrasadora que le producía el ardor de sus festines. Cada salida de la bestia la marcaba una estela de sangre y de dolor y los vecinos del populoso barrio vivían sumidos en permanente angustia por la ferocidad de tan desagradable huésped.
Así pasaba el tiempo y la vida en aquellos contornos se hacía insostenible. Nadie se atrevía a salir a la calle por temor a la fiera convertida en rey y señor de casi toda la ciudad. Los trabajos del campo permanecían abandonados, los pastores veían diezmarse sus rebaños engullidos por las insaciables y sanguinolentas fauces de la serpiente, las calles antes bulliciosas aparecían desiertas presentando un aspecto desolador.
Pero al fin, Jaén que es patria de valientes como lo fuera el caballero Fría, conocido por capitán "Pocasangre" en paradoja a la mucha de sus venas; o Antonio Cuéllar y Juan Rincón, acompañantes de Colón en sus viajes al Nuevo Mundo; o don Lorenzo Aldana, soldado de Pizarro en Perú; Jaén que siempre contribuyó con su presencia en las grandes empresas, no podía permanecer anonadada bajo el castigo de la fiera, no tardando en surgir el héroe popular, el valiente y noble jaenero que había de terminar para siempre con el terrible azote.
Pero he aquí, que los autores de la época, si bien coinciden en cuanto llevo dicho, no se ponen de acuerdo en la clase de muerte que recibió el lagarto; por ello escribiré las tres versiones que existen.
Según la primera, la hazaña de dar muerte al terrorífico dragón, corrió a cargo de un valiente guerrero revestido con traje de espejos. Así ataviado esperó a pie firme la acometida de la fiera y cuando el choque violentísimo se hacía inevitable, aquélla, deslumbrada por el brillo del azogue detuvo su carrera, y el momento de indecisión fue aprovechado por el bizarro militar para atravesarla con su cortante espada.
Otros dicen que fue un cautivo quien, a cambio de su libertad, le dio muerte por ingenios o procedimientos no especificado en las crónicas de entonces.
Por último, una tercera versión, quizá la más conocida, afirma que el lagarto murió a manos de un joven pastor, cuya gallardía corría pareja con su valor e ingenio, el cual, cansado de los estragos de la bestia en sus rebaños tuvo la idea de obsequiarla con un apetecible corderillo que no tenía de tal más que la piel habilmente rellena de su mortífera dinamita. El estallido fué horrible y se sintió muchas leguas a la redonda, celebrándose fiestas durante varios días en medio del regocijo indescriptible. El pueblo entusiasmado, paseó por las calles la piel del lagarto mientras colmaba de honores al valiente pastor que supo librar a la ciudad del tormento espantoso.
Esta es, queridos lectores la leyenda del lagarto de la "Malena".
Un saludo.
Una de las leyendas mas conocidas de Jaén es la del lagarto de la "Malena" que, a continuación, paso a relatar.
Dicen los libros que hace cientos de años, quizá cuando nuestro viejo barrio de la Magadalena era el centro de la ciudad nazarita cantada en fogosos versos por el poeta Ben Farach, donde vivían emires y califas bajo el amparo de los recios muros del sólido castillo; o acaso más tarde, cuando Jaén se convirtió en Reino cristiano por obra y gracia de las armas de San Fernando, o quién sabe si mucho antes todavía. Pero es lo cierto -la fecha no hace al caso- que hace muchos años, llegó a Jaén, nacido de las propias entrañas de la tierra, o más bien llegado de los mismos confines del infierno, un monstruo gigantesco y horrible, un dragón de garras y dientes afilados que el pavor de quienes lo vieron hizo confundir con un descomunal lagarto. Este lagarto de Jaén como dio en llamársele, fijó su guarida en el mismo manantial de la Magdalena para saciar en sus aguas cristalinas la sed abrasadora que le producía el ardor de sus festines. Cada salida de la bestia la marcaba una estela de sangre y de dolor y los vecinos del populoso barrio vivían sumidos en permanente angustia por la ferocidad de tan desagradable huésped.
Así pasaba el tiempo y la vida en aquellos contornos se hacía insostenible. Nadie se atrevía a salir a la calle por temor a la fiera convertida en rey y señor de casi toda la ciudad. Los trabajos del campo permanecían abandonados, los pastores veían diezmarse sus rebaños engullidos por las insaciables y sanguinolentas fauces de la serpiente, las calles antes bulliciosas aparecían desiertas presentando un aspecto desolador.
Pero al fin, Jaén que es patria de valientes como lo fuera el caballero Fría, conocido por capitán "Pocasangre" en paradoja a la mucha de sus venas; o Antonio Cuéllar y Juan Rincón, acompañantes de Colón en sus viajes al Nuevo Mundo; o don Lorenzo Aldana, soldado de Pizarro en Perú; Jaén que siempre contribuyó con su presencia en las grandes empresas, no podía permanecer anonadada bajo el castigo de la fiera, no tardando en surgir el héroe popular, el valiente y noble jaenero que había de terminar para siempre con el terrible azote.
Pero he aquí, que los autores de la época, si bien coinciden en cuanto llevo dicho, no se ponen de acuerdo en la clase de muerte que recibió el lagarto; por ello escribiré las tres versiones que existen.
Según la primera, la hazaña de dar muerte al terrorífico dragón, corrió a cargo de un valiente guerrero revestido con traje de espejos. Así ataviado esperó a pie firme la acometida de la fiera y cuando el choque violentísimo se hacía inevitable, aquélla, deslumbrada por el brillo del azogue detuvo su carrera, y el momento de indecisión fue aprovechado por el bizarro militar para atravesarla con su cortante espada.
Otros dicen que fue un cautivo quien, a cambio de su libertad, le dio muerte por ingenios o procedimientos no especificado en las crónicas de entonces.
Por último, una tercera versión, quizá la más conocida, afirma que el lagarto murió a manos de un joven pastor, cuya gallardía corría pareja con su valor e ingenio, el cual, cansado de los estragos de la bestia en sus rebaños tuvo la idea de obsequiarla con un apetecible corderillo que no tenía de tal más que la piel habilmente rellena de su mortífera dinamita. El estallido fué horrible y se sintió muchas leguas a la redonda, celebrándose fiestas durante varios días en medio del regocijo indescriptible. El pueblo entusiasmado, paseó por las calles la piel del lagarto mientras colmaba de honores al valiente pastor que supo librar a la ciudad del tormento espantoso.
Esta es, queridos lectores la leyenda del lagarto de la "Malena".
Un saludo.
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