20 mayo 2008
Saludos lectores.
En esta ocasión os hablaré de un tren de locos que llegó a Jaén.
Todo esto sale de un antiguo y amarillento recorte de periódico doblado y redoblado cuyo titular rezaba asi: "Un tren de locos que llegó a Jaén"
En el año 1918, llegó a Jaén un tren con una carga singular: la de 86 dementes que fueron devueltos desde Cataluña.
Estos locos venían del manicomio de San Baudillo de Llobregat y enviados a la Diputación Provincial de Jaén por demora en el pago de las estancias devengadas por aquellos pacientes. Para recibir y guardar aquella carga humana fueron habilitados a toda prisa unos sótanos del Hospital Provincial, que fueron mas bien cárcel y mazmorra, que lugar de cura y de asistencia a quien tan necesitado estaba de ella.
Esta situación duró bastante tiempo y mejoró con la dictadura del general Miguel Primo de Rivera. Los enfermos fueron trasladados a unas salas construidas en el pabellón contiguo al hospital; se creó una plaza de médico alienista -cuya provisión fue demorada algunos años- y se consiguió una pequeña cantidad para iniciar la construcción de un manicomio.
Pero en 1933 la situación era terrible. La sección de hombres albergaba a ciento sesenta y cinco pacientes, alojados en cuatro salas y 18 celdas. Había sólo cuatro retretes (uno por cada sala) y una sola bañera para todas ellas. El baño no tenía dotación de agua caliente y sólo a veces llegaba a él el agua fría. El número de camas era exactamente igual a la mitad del número de enfermos, es decir, 83. Los restantes pacientes dormían sobre colchones tendidos en el suelo, por los pasillos y aún debajo de las camas indicadas. No había más mobiliario que unos bancos de madera y los enfermos comían sosteniendo el plato con las manos o apoyándolo sobre las rodillas. Las ropas eran escasas; no había más que 100 camisetas, por ejemplo, para los 165 pacientes, que, por añadidura convivían todos mezclados, sin clasificar, los enfermos agudos y los infecciosos, los tranquilos y los pacíficos, los agitados y los que aguardaban el alta por estar ya curados. No existían documentos de ninguna clase para juzgar esta situación legal de los enfermos, ni conocer la historia clínica de cada uno de ellos.
Después de leer esto uno se queda totalmente perplejo y sin embargo ahí esta el testimonio escrito y esperemos que gracias a este documento, no vuelva a ocurrir semejante hecho.
Un saludo.
En esta ocasión os hablaré de un tren de locos que llegó a Jaén.
Todo esto sale de un antiguo y amarillento recorte de periódico doblado y redoblado cuyo titular rezaba asi: "Un tren de locos que llegó a Jaén"
En el año 1918, llegó a Jaén un tren con una carga singular: la de 86 dementes que fueron devueltos desde Cataluña.
Estos locos venían del manicomio de San Baudillo de Llobregat y enviados a la Diputación Provincial de Jaén por demora en el pago de las estancias devengadas por aquellos pacientes. Para recibir y guardar aquella carga humana fueron habilitados a toda prisa unos sótanos del Hospital Provincial, que fueron mas bien cárcel y mazmorra, que lugar de cura y de asistencia a quien tan necesitado estaba de ella.
Esta situación duró bastante tiempo y mejoró con la dictadura del general Miguel Primo de Rivera. Los enfermos fueron trasladados a unas salas construidas en el pabellón contiguo al hospital; se creó una plaza de médico alienista -cuya provisión fue demorada algunos años- y se consiguió una pequeña cantidad para iniciar la construcción de un manicomio.
Pero en 1933 la situación era terrible. La sección de hombres albergaba a ciento sesenta y cinco pacientes, alojados en cuatro salas y 18 celdas. Había sólo cuatro retretes (uno por cada sala) y una sola bañera para todas ellas. El baño no tenía dotación de agua caliente y sólo a veces llegaba a él el agua fría. El número de camas era exactamente igual a la mitad del número de enfermos, es decir, 83. Los restantes pacientes dormían sobre colchones tendidos en el suelo, por los pasillos y aún debajo de las camas indicadas. No había más mobiliario que unos bancos de madera y los enfermos comían sosteniendo el plato con las manos o apoyándolo sobre las rodillas. Las ropas eran escasas; no había más que 100 camisetas, por ejemplo, para los 165 pacientes, que, por añadidura convivían todos mezclados, sin clasificar, los enfermos agudos y los infecciosos, los tranquilos y los pacíficos, los agitados y los que aguardaban el alta por estar ya curados. No existían documentos de ninguna clase para juzgar esta situación legal de los enfermos, ni conocer la historia clínica de cada uno de ellos.
Después de leer esto uno se queda totalmente perplejo y sin embargo ahí esta el testimonio escrito y esperemos que gracias a este documento, no vuelva a ocurrir semejante hecho.
Un saludo.
1 comentarios:
Me gustaria saber, en el año 1918 a que le llamaban locura,nunca he comprendido muy bien lo de locura, pero prefiero ver a las personas que la padecen, como una especie de angeles caidos que no puede soportar la realidad y se van a otro mundo.
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