La leyenda de Nuestro Padre Jesús Nazareno

23 agosto 2007

Saludos lectores.

Es extraño que cualquier escritor, periodista, investigador o simplemente jienense, no haya escrito o contado, a su manera, la leyenda de el "Abuelo".

Viene a decir algo así:

Si la sagrada imagen se ve siempre envuelta en incienso de plegaria y en aromas de amor, también su origen es extraordinario y conserva el perfume de la leyenda.

Tiene el matiz de lo prodigiosos, de ahí su belleza y popularidad. Lo mismo que por herencia se vincula en los hijos el cariño entrañable que los padres profesan a Jesús Nazareno, así las generaciones pasadas han trasmitido a la actual el modo maravilloso con que la imagen se dice fue hecha.

Solamente hay variación dentro de la tradicional y sencilla creencia, en el emplazamiento del lugar en que se verificó el prodigio. Para algunos, los menos, ésta acaeció en una casita de labor, próxima al sitio donde hoy se levanta la iglesia de la Merced. Y para la inmesa mayoría se efectuó en la casería de Jesús, que de ello tomó el nombre que aún conserva, aunque existen muchas caserías con este nombre.

En aquella finca de olivos, de los aledaños de la capital, habitaban sus propietarios, un matrimonio de sanas y laboriosas costumbres, cuyo vivir caminaba ya hacia el ocaso. A la entrada de la casa donde moraban había un grueso tronco, procedente, sin duda, de algún árbol centenario, de extraordinarias dimensiones.

Cierta tarde, cuando la claridad crepuscular se proyectaba sobre el paisaje, vieron venir por el sendero que conducía a la casa a un viejo de aspecto venerable, que marchaba lentamente, con evidentes señales de cansancio.

No era vecino de Jaén; era un pobre caminante que solicitó pasar la noche en la casería; los dueños accedieron a su deseo, con afectuosa solicitud cristiana. Antes de entrar en la casa, el anciano, fijándose en el grueso leño, exclamó:

- ¡Qúe hermoso Jesús se haría de él!

Los ojos del matrimonio interrogaron al viajero, mientras los del mozo de labor, presente en la escena, le miraban asombrados e incrédulos.

A la muda pregunta el viejo, que parecía absatraido, asentía con movimientos afirmativos de cabeza.

- Me basta -dijo, finalizando su silencio-, con que transportéis este leño a la habitación más apartada, pues los muchos años restáronme la energía necesario y yo os aseguro que, pasado un día, este grueso tronco lo veréis convertido en un Nazareno.

Y había tal sinceridad en su mirada e inspiraba tanto respeto su figura, que por toda repuesta el amo y el criado, tras muchos esfuerzos lograron llevar al sobrado al corpulento tronco.

El anciano imaginero rehusó cortés participar en la cena, que con agrado le ofrecían, pues más que alimento, que no lo necesitaba, placía a su viejo cuerpo el descanso. Antes de retirarse advirtió que no le interrumpieran en su labor de talla, a la que desde la madrugada siguiente pensaba consagrarse.

Consumidos de impaciencia los cónyuges y el mozo, dejaron transcurrir la mañana, respetando con fidelidad lo aconsejado por el viajero artista, aunque observaron, con no poca extrañeza, que no se sentía ruido o golpe de ninguna clase y ya, mediada la tarde, no pudieron refrenar por mas tiempo su curiosidad, ascendieron silenciosos por la estrecha escalera hasta el desván y al abrir la puerta, que se hallaba entornada, contemplaron embelesados al que había de constituir en adelante el más atrayente IMAN DE AMOR de todos los jienenses: un hermoso Jesús Nazareno. El viejo escultor, artista meritísimo como lo proclamaba obra tan perfecta, había desaparecido y jamás volvió a saberse nada de él.

Quedaba realizado el prodigio: una bellísima talla representando a Jesús Nazareno. El peregrino imaginero rememoró el momento de la Pasión cruenta en que el inocente y divino Sentenciado caminaba hacia el Gólgota, con imponente y serena majestad, abrazado, amoroso, a la cruz y marchando augustamente hacia la muerte.

De sobra se sabe que lo que dice esta leyenda es eso, una leyenda, pues hay que pensar, en base a algunos fragmentos históricos que han llegado hasta nosotros, que , aunque la imagen de Jesús fuera tan perfecta y maravillosa como la tradición cuenta, hubiera necesidad, en el transcurrir de los siglos, de sustituirla por otra de idéntica belleza.
Así nos lo hace pensar el hecho de que los antiguos Estatutos de la Cofradía, al aludir a la tradición dice que «la imagen se costeó con las limosnas que los religiosos recolectaron, acompañados de varias labradores de la Puerta de Granada»

Un saludo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

me encanta el abuelo,soy de granada