El mono de la catedral

12 mayo 2008

Saludos lectores.

A las espaldas de la catedral de Jaén, el frontal trasero del templo catedralicio, la sobria fachada luce rematando su cuerpo inferior una hermosa cenefa gótica. Se trata de una reminiscencia del antiguo templo que mandara construir el infeliz obispo insepulto, don Alonso Suárez.
La conforman brazadas de hojas de acanto, ceñidas con cinturones y follaje de granado, cabezas de calvos, conchas de vieira, flores de lís, racimos de uva, botellas... y en los vértices, rematando, de vez en cuando, aparecen parejas de animales encontrados. Y algún fraile sorprendido en una situación comprometida. Aún permanecen allí misteriosas gárgolas, ajenas al paso de los siglos, con su ingenua expresión aterrorizadora. Exhibiendo sus cuerpos cubiertos de escamas, sus afiladas garras y sus temibles fauces abiertas. Pero su pétreo empeñe es inútil, porque el hombre finisecular ya no le teme a nada.
Al llegar la cenefa a su fin, en el lugar en que la catedral hace ángulo con los bajos del sagrario. Allí donde, al hacer esquina la cornisa se retranquea y adelanta, para darle acceso a la cripta, una enigmática figura reclama poderosamente la atención. Se conoce con el nombre popular del mono de la catedral.

Bien mirado, nos damos cuenta que no es un animal, sino un hombre. La efigie aparece algo deteriorada por el maltrato recibido. Con facciones rudas, la nariz partida, un gran mentón que probablemente fuera una barbilla. Luce unas grandes orejas y una larga cabellera. Está sentado al modo orienta, esto con las piernas abiertas y las plantas de los pies tocándose, reclinado hacia delante y dejando los brazos sobre el regazo, asiendo los tobillos. Su cabeza esta cubierta por un turbante musulmán, que hace caer sobre su espalda una capa sobre la que está sentado. La pose semeja a un "moro" en actitud de descanso. Su cara está deteriorada.


Inequívocamente la imagen del "mono o mona", que en este menester Jaén no se pone de acuerdo, se trata de una mofa cristiana de las falsas enseñanzas del islam. En la simbología cristiana, el mono tiene atribuida la representación del vicio, de lo necio y vacuo, lo irracional. En el alto medievo los teólogos aluden al demonio como "el mono de Dios", el plagiario, el torpe imitador de sus acciones, cuya principal actividad es general confusión, desorientar, inducir al vicio.

Sea por esta asociación de ideas, o por los ancestrales recelos y pavores del inconsciente colectivo, entre la chiquillería jaenera se puso de moda apedrear la efigie del sufrido macaco, hasta que alguien, inteligentemete y sin duda por preservarlo de una destrucción, difundió una cándida leyenda sobre sus malignos poderes.
Así se llegó a creer que quien le tirase piedras al mono y acertase a darle, acarreaba sobre sí y sobre los suyos temibles maleficios, desencadenándose una sucesión de desgracias que acabarían primero con la felicidad de la familia y, después, con la salud de cada uno de sus miembros hasta llevárselos a la tumba. Pronto se cundió la creencia en los vengativos ademanes del mono. Y llegó más que a respetársele.
De tal modo caló el miedo y la escama en el pueblo sencillo que, cuando nuestro tatarabuelos pasaban bajo su imagen, no se atrevían a mirarlo, pues creían que su hechizo aojaba con perversos maleficios.

Sea ello como fuere, como el pobre monito luce hoy los desconchones de las certeras pedradas que atinaron alcanzarle.

Un saludo

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