Milagrosa conquista de la ciudad

11 mayo 2008

Saludos lectores.

Fue en la primavera de 1246 cuando el rey Don Fernando puso sitio a la ciudad musulmana de Yayan por tercera vez (tras haber fracasado en intentos anteriores debido a la enorme capacidad defensiva de la plaza y lo estratégico de su enclave).

Así las tomas, el rey determinó que la toma de Jaén debía de hacerse más con paciencia que con estrategias. Una vez sitiada la población y su fortaleza, todo era aguardar hasta que se agotasen los víveres del enemigo. La espera fu tan larga y la resistencia que oponían los musulmanes fue tanta, que hasta tentaciones de abandonar la empresa le entraron a los cristianos.
Andaba el rey en pensamientos de decidirse a abandonar la empresa y levantar el cerco, cuando esa misma noche, tuvo una revelación. Vio en sueños una cruz que le abría las puertas del alcázar y a Santa Catalina entregándole las llaves de las puertas, diciéndole el modo y manera que había de proceder para tomar la ciudad. Despertose el rey sobresaltado, mediada la noche, con el puño fuertemente cerrado como queriendo asir las llaves de la ciudad que en sueños le había entregado la mártir.
Nada más clarear el nuevo día convocó a los capitanes de sus ejércitos, les contó su sueño y juntos realizaron todos los preparativos para la toma. Con esta intención requisaron varios rediles de ganado y al anochecer colocaron al cuello de cada res un farolillo. Una vez caída la noche, los encendieron y echaron al ganado monte arriba, rodeando todo el monte. Cundió la voz de alarma de los centinelas sobresaltando a los defensores. No daban crédito a sus ojos ante la extraodinaria multiplicación de lo que suponían soldados cristianos que subían a tomar la fortaleza (habían caído en el engaño).
Cundió el terror intramuros y se apresuraron a rendir la plaza para salvar la vida. Al amanecer del día siguiente todos los moros ya habían sido reducidos. De inmediato se organizaron los actos para agradecer la sobrenatural intervención de Santa Catalina.
La mezquita fue consagrada como templo cristiano, erigiendo en ella un improvisado altar en el que colocó la imagen de la Virgen que el rey llevaba consigo en todas sus batallas.

Quedó manifiesta la voluntad del rey por cristianizar estas tierras, en su personal empeño por colocar, con sus propias anos, una gran cruz de madera en el picacho mas alto de la montaña, desde donde se dominaba toda la llanura. Era a la par un gesto triunfal sobre el islam, como de agradecimiento por la revelación sobrenatural que le permitió la conquista.

Después, Fernando III ordenó que se le construyera un pequeño alcázar junto a la alcazaba muslime, donde residió ocho meses pacificando estos términos hasta que asuntos de gobierno lo requirieron en la corte castellana. Poco antes de marchar dejó establecido que se atribuyese a Santa Catalina el patronazgo espiritual de esta villa y su fortaleza.

Un saludo.

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